Hablar del Balneario de Ledesma es adentrarse en la historia del termalismo y en las primeras técnicas de salud por agua desarrolladas en la Península Ibérica. Con más dos milenios de tradición, el actual Complejo termal se asienta en un precioso enclave de dehesa de la provincia de Salamanca, a orillas del Tormes, a unos 10 kilómetros de la villa medieval de Ledesma y a 25 km de la capital. Sus Baños se levantan sobre un espacio en el cual los historiadores creen, por los restos arqueológicos hallados en diferentes etapas, que, primero, en tiempos de la Hispania romana (aparecieron vasijas con monedas del Siglo II, acuñadas por el emperador Lucius Aurelius Comodus, hijo de Marco Aurelio y más tarde, durante el dominio árabe de la Península (al que pertenece el aljibe de los Baños), funcionó con carácter consolidado un establecimiento destinado a sacar provecho a un manantial de fama ancestral entre los pueblos autóctonos por las virtudes de sus aguas calientes para sanar heridas. Una leyenda vetona dice que los toros bravos acudían a esta finca a arrimar sus patas junto a las surgencias para sanar sus heridas. Se trata por tanto de los primeros establecimientos termales en España en ofrecer sistemas de baños y curas. Aunque la historia es extensa, destacamos dos hitos: “Desde 1886, las Aguas del Balneario de Ledesma son declaradas Bien de Interés Minero Medicinal del Reyno de España”; y desde el 3 de junio de 1931 todo el conjunto termal es declarado Monumento Histórico Artístico como Baños Romanos. En el plano médico, las Aguas son hipertermales, pues brotan a 46,4ºC, con una composición principalmente sulfurada, bicarbonatada y de clorurado sódica, siendo especialmente recomendadas para atender de una manera pautada y controlada, afecciones respiratorias, reumáticas, dermatológicas y neurológicas, favoreciendo procesos de recuperación postraumática, por lesiones u operaciones quirúrgicas y por supuesto de prevención y refuerzo de la salud. Capacidad, 600 plazas.
